Congela las sardinas durante 48 horas.
La noche anterior a su preparación ponlas en el refrigerador para que se vayan descongelando.
Limpia las sardinas tanto como te sea posible. Quita la cabeza, retira las escamas, quita las aletas, las espinas y las vísceras. Divide cada una en dos filetes.
Una vez limpias sumergelas en agua varias veces para que boten toda la sangre y algún resto de escamas.
Escurre y seca cuidadosamente con papel de cocina sin dañarlas.
En un recipiente, pon una capa de sal gruesa y encima coloca una capa de filetes de sardina con la piel hacia arriba. Esparce sal uniformemente por encima, vuelve a disponer sardinas y así sucesivamente hasta que se acaben. Por último, termina con sal. El tiempo de refrigeración puede variar entre unas 4 horas y el día completo. Todo dependerá del tamaño de las sardinas que hayas comprado, o del punto de curado que más te guste. Mientras más tiempo, más curadas.
Pasado el tiempo de refrigeración, limpia la sal de los filetes con papel de cocina, o si prefieres lava la sal y seca con cuidado.
En un recipiente refractario hondo acomoda las sardinas, dejando un espacio en el centro. Enciende las ramitas de romero y colócalas en el centro de la fuente con las sardinas. Cubre rápidamente con papel de aluminio y deja que durante un par de horas el humo penetre en las sardinas y queden ahumadas. Puedes colocar el recipiente dentro del horno.
Una vez ahumadas, retira las ramas de romero y sirve con un chorro de aceite de oliva virgen extra.